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Foto del escritorJuan Pablo Culasso

Más Allá del Simbolismo: Confrontando el Lavado de Discapacidad en la Lucha por la Inclusión Real

Nací ciego y, desde entonces, he transitado por un mundo que a menudo parece más interesado en la apariencia de inclusión que en su sustancia. A lo largo de mi vida, y especialmente en mi trabajo como activista por los derechos de las personas con discapacidad, he sido testigo y, en ocasiones, objeto involuntario de lo que he llegado a reconocer como "lavado de discapacidad". Este fenómeno se manifiesta cuando empresas y organizaciones se adornan con la bandera de la inclusión, pero sus acciones revelan una comprensión y compromiso superficiales con lo que esto realmente implica.


Juan Pablo sonríe mientras lee el Braille instalado en un poste. Al fondo un jardín.
Instalaciones con Braille

La inclusión, en el contexto del lavado de discapacidad, se reduce a menudo a meros gestos simbólicos: declaraciones grandilocuentes, campañas de marketing que nos presentan como sujetos de inspiración sin ofrecernos un verdadero protagonismo, o iniciativas "accesibles" que fracasan al primer contacto con la realidad. He vivido la frustración de interactuar con servicios y productos que se promocionan como accesibles, solo para encontrar que su diseño y ejecución dejan mucho que desear, evidenciando una desconexión entre la retórica inclusiva y la práctica.


Estas experiencias no son meras incomodidades; representan barreras reales que limitan nuestra participación plena en la sociedad. Más allá de la exclusión práctica, perpetúan un fuerte ciclo de discriminación, donde la imagen pública de avance hacia la inclusión enmascara un estancamiento e incluso un retroceso en la lucha por derechos y oportunidades reales.


La reacción de las entidades confrontadas con estas críticas es, lamentablemente, predecible. La negación, la justificación o el compromiso superficial son respuestas comunes, revelando una verdad incómoda: a menudo son conscientes de las deficiencias en sus enfoques hacia la discapacidad, pero el verdadero cambio exige más de lo que están dispuestos a ofrecer.


Ante esta realidad, abogo por un cambio radical en la forma en que concebimos y practicamos la inclusión. La participación de las personas con discapacidad no debe ser simbólica, sino fundamental, no solo como consultores ocasionales, sino como líderes y tomadores de decisiones en los espacios que afectan nuestras vidas. La inclusión genuina requiere de un esfuerzo sostenido, una disposición a escuchar y aprender, y sobre todo, un compromiso con la acción.


Juan Pablo toca una escultura a escala de arte rupestre. A la derecha se observa la placa con descripción en Braille y QR para audiodescripción.
Arte Rupestre en el Museo Tiflológico de Madrid.

Este llamado al cambio va más allá de las empresas y las organizaciones; es un desafío para la sociedad en su conjunto. Debe empezar por reconocer y valorar las voces de las personas con discapacidad, entendiendo que la verdadera inclusión implica compartir el liderazgo y el espacio, respetando la diversidad de nuestras experiencias y necesidades.


A mis colegas con discapacidad visual, les insto a reclamar su lugar no solo como sujetos de derechos, sino como forjadores activos de una sociedad más inclusiva. No permitan que otros tomen las riendas de su narrativa o decidan su camino. Si bien el apoyo es crucial, debe ser eso: un apoyo que fortalezca su autonomía y respete su liderazgo.


La lucha por una inclusión real es ardua y está llena de desafíos, pero juntos, armados con nuestra resiliencia, conocimientos y experiencias vividas, podemos superar el lavado de discapacidad. Podemos construir un futuro donde la inclusión sea una realidad tangible, arraigada en el respeto, la equidad y la dignidad para todos.


Por una inclusión real.


Juan Pablo Culasso

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